Reseña: un profesor ajeno al equipo y con experiencia en la docencia de E/LE nos ofrece su visión sobre la enseñanza.
En esta ocasión se ocupa de la reseña Gabriel Neila, profesor de E/LE, formador de profesores y asiduo colaborador de la revista RutaEle. Podéis ampliar la información sobre ella accediendo a la pestaña de RutaEle web Autores:
Antes de comenzar este artículo, me gustaría agradecer al equipo coordinador de RutaEle la confianza que ha depositado en mí para realizar la reseña invitada de este número 17 de su revista. Su labor es muy importante para cualquier profesor de ELE, así que no cabe duda de que este pequeño reconocimiento es bien merecido. Tanto sus actividades y explotaciones didácticas como sus referencias sobre el mundo del español como lengua extranjera me han servido a lo largo de muchos años. Por este motivo, les deseo una larga y fructífera vida para beneficio de toda la profesión.
Cuando me pidieron la reseña para este número de la revista, pensé inmediatamente en los doce años que llevo ejerciendo esta profesión. Han pasado por mis clases un número ingente de estudiantes de todas las partes del mundo y, sin duda, ellos han cambiado mi modo de afrontar mis clases. He enseñado tanto a alumnos en inmersión como a gente que estudia por afición durante su tiempo libre. En cualquiera de esas clases he sentido siempre la misma sensación. Para mí un aula llena de estudiantes es similar a una función de teatro que está a punto de comenzar. Ya se sabe que no hay dos grupos iguales, así que nuestro espectáculo puede resultar un éxito o un absoluto fracaso. Todo depende de nuestra destreza a la hora de llevar adelante nuestros objetivos dentro del aula.
Durante todo este tiempo, he aprendido que el hecho de ser nativo no es un requisito que habilite a cualquier persona para dar clase de español como lengua extranjera. El conocimiento metodológico es esencial para cualquiera que se quiera adentrar en la carrera docente. Es en este aspecto donde tenemos que adecuarnos a nuestros alumnos que ya son, en su mayoría, nativos digitales. Vivimos en el siglo XXI y, aunque a muchos les pese, nuestra realidad educativa ya es otra. Las tabletas, los móviles de última generación y demás artilugios tecnológicos han llegado a nuestra vida para quedarse. Por esta razón, soy un firme defensor de aprovechar las ingentes posibilidades educativas que generan.
Hoy en día nuestros alumnos aprenden de manera muy diferente a nosotros. Están acostumbrados a recibir miles de estímulos por diferentes vías. Debido a este motivo, las clases tradicionales ya no son efectivas con ellos. Además, si analizamos el negativo impacto que ha tenido en más de una generación el aprendizaje memorístico de estructuras gramaticales, nos tendremos que replantear, sin duda, la forma de llevar a cabo nuestras clases. Es un sinsentido llenar nuestros cursos con actividades que los alumnos pueden hacer por sí mismos, desaprovechando la oportunidad que supone el hecho de practicar con muestras de lengua que les permitan mejorar su nivel comunicativo real.
En relación con este tema, cabe destacar que uno de los hitos metodológicos de este principio de siglo ha sido la aparición del enfoque Flipped Classroom. Ahora está dando sus primeros pasos en las aulas de nuestro país, así que tardaremos algún tiempo en medir su alcance real. Lo único que yo puedo afirmar es que su aplicación, en mis clases, ha cambiado mi labor docente por completo. Hace un par de años, cuando me trasladé a Tailandia, me encontré con grupos de alumnos cuyos cursos de español contaban con muy pocas horas de clase presencial. Por este motivo, los propios estudiantes me demandaban otro tipo de actividades. Preferían practicar de forma contextualizada y conocer de primera mano aspectos útiles que les ayudaran a mejorar en la comunicación. De ahí que adoptara los principios metodológicos de la clase inversa, intentando buscar la mejor forma para que su aprendizaje prosperara. Pasado un tiempo, mis alumnos han notado la diferencia y, pese a que les ha costado tanto como a mí, han reaccionado positivamente a este cambio.
Este pequeño ejemplo que he puesto sirve como metáfora de lo que debería ser, desde mi punto de vista, un profesor de ELE: alguien preocupado por retroalimentarse de los resultados de sus estudiantes y de sus modos de aprendizaje para replantearse los modos de actuación en su trabajo. Esta búsqueda constante de nuevas formas para que el proceso de aprendizaje de nuestros estudiantes sea lo más exitoso posible se debe traducir, asimismo, en una formación y reciclaje continuos por nuestra parte. Bien es cierto que nuestra labor, en muchas ocasiones, conlleva una ingente cantidad de trabajo no reconocido. Hay que crear y adaptar materiales, programar contenidos, corregir,… Es el lado más oscuro de nuestra profesión, no cabe duda.
No obstante, en el campo del español como lengua extranjera, los profesores tenemos a nuestro favor múltiples recursos que juegan a nuestro favor. Por un lado, las editoriales están creando materiales más que aceptables, si los comparamos con los de otros idiomas, teniendo en cuenta los últimos enfoques metodológicos. También están apareciendo repositorios con miles de recursos creados por otros profesores y que están preparados para poder llevarlos a nuestras clases. Asimismo, están surgiendo últimamente muchas comunidades de profesores dispuestos a intercambiar ideas a través de las redes sociales. Estoy hablando de espacios como #charlaele1 en el que profesores de cualquier parte del mundo pueden compartir experiencias a través de conversaciones temáticas llenas de interés para nuestro desarrollo profesional.
Todo esto forma parte, para mí, de un mundo laboral apasionante como es el de la enseñanza del español. La verdad es que, reflexionando sobre mi propio avance en estos años de carrera docente, he de afirmar que me siento muy orgulloso de trabajar en lo que me gusta. Es cierto que puede ser un trabajo inestable y que en muchas ocasiones no se nos reconoce nuestra labor, pero creo que la satisfacción que produce hablar con un estudiante que ha logrado aprobar un examen DELE, o que ha conseguido un trabajo gracias a su nivel de español, o que se ha comunicado con un hablante nativo para llevar a cabo cualquier gestión, merece mucho la pena. Yo, por mi parte, no cejaré en el empeño de seguir intentando mejorar como profesor y tratar de sacar lo mejor de mis estudiantes.
Gabriel Neila González
Lector MAEC-AECID en la Universidad de Thammasat (Tailandia)
Abril 2017